Vida ávida. Poesía reunida 1970-2022
Ángel Guinda (Zaragoza, 1948- Madrid, 2022) mantuvo durante toda su carrera una obra poética en constante revisión. Escribía y reescribía con el criterio más exigente, hasta alcanzar una anhelada perfección formal (aquella «ansia perpetua de algo mejor» que proclamaba Bécquer), pero también descartaba textos –incluso ya publicados– si dejaba de reconocerse en ellos, haciendo un ejercicio de extrema autocrítica, rigor estético y coherencia vital. «Escribir es cribar» y «En cada retractación yo me retrato», llegó a afirmar.
Presentamos aquí la obra poética reunida y asumida por el autor, siguiendo su deseo de una edición sin acompañamiento crítico y con las mínimas notas. Completa el volumen una serie de poemas que se publicaron tras su fallecimiento. Lúcida, visionaria, espectral; y asimismo idealista, comprometida, romántica, la poesía de Ángel Guinda es compleja como su personalidad y ávida como su vida. El testimonio de un hombre para quien ser poeta no fue una profesión, sino una posesión.
«Que la lectura eclipse la leyenda».
Olifante. Ediciones de Poesía
Nos amábamos jóvenes como balas perdidas,
como las contraindicaciones de los fármacos.
¿Recuerdas aquel toque de queda?: acurrucado
y ebrio, protesta, alarma, rendición, huida,
me cagué en el salón, en el rincón de un mundo
que se venía abajo tras un ayer temblando
hacia un negro futuro abierto en dos abismos.
Cuando entraste dijiste: huele a flores de muerto,
y mi orina alcanzó tus ojos orinales.
Me arrastraste a la cama, luchamos vientre a vientre,
brazos como serpientes estrangulando el árbol
del placer con dolor hasta la extenuación.
Es violento el amor en su hoguera final.
guarda un hechizo.
Silban agujas de viento en mis oídos.
Un sol de agua espolvorea cenizas
en el cráter de mi mirada;
y se derrite, en gasa gris, el polvo de la atmósfera.
Arden tambores en el firmamento.
Atrás quedan las cumbres, llamaradas de niebla.
Más allá, los árboles, que apuntalan las nubes,
me van diciendo adiós.
Fríos relámpagos
ensortijan los espíritus del humo.
Y el pueblo flota, inmóvil, en el halda del silencio.
Para saber qué es la lejanía he llegado a este mar.
Lo inalcanzable me hace señales desde el horizonte.
He movido la noche para que cante el sol.
Cada palabra pesa
todo lo que la vida
ha pasado por ella.
Hay palabras que viven,
palabras que dan vida;
hay palabras que mueren
y palabras que matan:
sólo algunas traspasan.
Cada palabra pesa
su paso por la vida.
La Solidaridad Social te salve, María. Llena eres de desgracia.
El Señor no está contigo; los señores, tampoco.
Maldita tú eres entre todas las mujeres y maldito es el fruto de
tu vientre.
Yo te bendigo y bendigo a tu hijo.
Nunca reces, María, una oración que diga tonterías sin ton ni
son.
Santa María, madre de la vida, hermana del placer y del dolor,
hija de tus padres, olvido de Dios.
Pasa de nosotros, machistas recalcitrantes, ahora y en la hora
de nuestra existencia. Amén.
La vida es caprichosa
y su oficio también.
En plena juventud
escribí gravemente,
como un discreto anciano
que sólo piensa en vivir.
Ahora que envejezco
escribo como un joven
que se arriesga a morir.
Aquellos textos
pronto los rompí.
Los tardíos actuales
me romperán a mí.
Bienaventurados los manifestantes, porque ellos son la gran
fuerza que ha de cambiar el mundo.
Bienaventurados los que sonríen, porque alegran la vida.
Bienaventurados los pacifistas, porque acabarán con la guerra.
Bienaventurados los que padecen persecución por parte de la
injusticia, porque ellos serán nuestros héroes.
Bienaventurados los solidarios, porque no estarán solos.
Bienaventurados los sin techo, porque ellos pisarán el cielo.
Bienaventurados los que padecen sed y hambre, porque ellos
nos recuerdan que debemos saciarles.
Bienaventurados los idealistas, porque ellos nos hacen más
llevadera la realidad.
Bienaventurados los ateos, que concentran su fe en las plantas,
animales, ríos, mares, montañas, grutas, volcanes y en los seres
humanos.
¿Qué persigue el ciclón exasperadamente?
¡Ya no sé dónde estás de tanto ser distancia!
De puerto en puerto voy como un barco en la noche
dando tumbos, buscando tu resplandor de faro.
¿Dónde estarás ahora que estás dentro de mí?
¡Me estoy quedando ciego de no mirar tus ojos!
¡De no tocar tu cuerpo estoy perdiendo el tacto!
Tu piel es el temblor de todas las banderas.
¿A qué sabe el delirio cuando se para el mundo?
¿A qué huelen las cruces a hombros de la muerte?
¡Me estoy quedando sordo de no escuchar tu voz!
Floto en la cumbre del vivir profundo
sin otra compañía que yo mismo.
Hablo al silencio en medio del abismo:
dentro de mí mi mundo contra el mundo.
Toda la vida he sido un moribundo
a puñetazos con el vandalismo
de la banalidad, del espejismo;
loco viento inflamable e iracundo.
Harto de plantar cara a lo vacío,
me he sentado de espaldas a los días.
Cada instante que llega es un derroche:
el tiempo pasa como pasa el río.
¡Arde el misterio entre mis manos frías!
Afronto la inclemencia de la noche.
mi feroz resistir. La lechuza me está mirando
siempre. Abarco el brillo de la oscuridad.
A solas uno puede interpretar los mundos de la luciérnaga;
entibar las almenas del relámpago, los zambombazos de la
tronada.
¡Qué dolor en las sienes: percusión de badajos replicando,
machaconamente, al sordomudo toser del pensamiento!
Me quitaré esta cabeza atormentada, la pondré en la mesilla
para descansar.
Me quitaré estas manos que pilotarán sin pasaporte hasta llamar
a los tabiques del deseo en todos los países que no son tu país.
¡Las palabras copulan en cada gran poema!
Uno se arranca de un tirón el pene, lo lleva a la boca, bebe
orina, bebe semen. Lo introduce en el ano para desinfectar su
espíritu.
Me quitaré los pies, limpiaré sus heridas con la saliva del gato
que ahora soy.
(Calzado de sigilo regresaré al útero solar hasta apagarme).
El tiempo hiedra telarañas de sangre en la mirada.
Podredumbre es el tiempo. (Soy un ladrón de tiempo).
El tiempo se rehace en todo cuanto nos tiene sin que lo tengamos;
cuanto se va y no vuelve, se nos lleva sin regresarnos.
¡El tiempo es una esponja que me absorbe! ¡El tiempo es este
humo que me borra!
Sin amígdalas, sin origen, sin misión ni destino, me he quedado
sin tiempo antes de tiempo.
La vida de las casas queda impregnada de sus habitantes.
Nada se lleva un muerto de las casas que vivieron en él.
¡El tiempo es la montaña que me escala!
Se hunde mi cuerpo.
Mi sombra flota.
es tentación,
sorda alarma,
fogonazo de agua.
Un riesgo permanente,
secreto escandaloso,
insoportable placer.
Un peligro mortal.
La muerte sabe mi nombre.
Me doy por enterado
con el miedo en el cuerpo.
Dejadme decir las cosas
como las cosas me dicen.
La muerte no hace ruido.
Todo aparece para desaparecer.
La muerte sabe mi nombre.
Montaré para ti una pulsera
con gotas de lluvia y granos de arroz.
Mostrarás esa joya al sol como regalo de boda:
la boda de estos versos y su música,
la boda del horizonte y de la altura.
Trilla con las uñas la arena de tu playa
y mira ese volcán donde dejé mis ojos.
No puedo amarte más, te dije en un bancal.
No puedo amarte mejor que en estos versos.
Dile que venga al terremoto.
Mohsen Emadi
Ya no puedes morir:
he entrado en tu mundo
como el alcohol en la sangre,
las cosas en un idioma,
la palabra mañana en un grifo de dolor,
la lluvia en el balcón de la mirada,
en los ascensores del cielo;
como un disparo en la muerte.
Podemos recorrer el infinito en coche,
en patines, en tren, en bicicleta,
en metro, en autobús, en avión, en barco,
porque ya el infinito nos recorre
con la parálisis de la ausencia
o el vértigo de la proximidad.
Morir es traducir la vida.
He construido un puente con las sílabas.
He reventado el aire
para que puedas verme en la distancia,
alcanzarme como un obús de sol.
He puesto el horizonte en la acera de tu casa.
Ya sube la marea:
no es niebla, no es vapor, es un espejo
hecho con los escombros de nuestros muertos.
Mi corazón de cristal gotea rojos pétalos:
si los recoges en tus manos se convertirán en perlas
que los pobres venderán por las calles
para dar de comer a sus hijos.
Ya somos dos espíritus, ya somos.
Como las guerras son tumbas abiertas,
y hemos minado de luz todas sus ruinas.
Ahora estamos a oscuras.
Abrázate al estremecimiento.
Ya viene el terremoto.
me veas dormido
en la fotografía, dentro del ataúd,
tal vez querrás traducir mi silencio.
No existe diccionario de silencios,
pero existen diccionarios de recuerdos.
Foto: Vicente Almazán
Ángel Guinda (Zaragoza, 1948-Madrid, 2022) fue autor de los poemarios Vida ávida, El almendro amargo, Canto corporal, Conocimiento del medio, La llegada del mal tiempo, Biografía de la muerte, La voz de la mirada, Toda la luz del mundo, Claro interior, Poemas para los demás, Materia del amor, Espectral, Caja de lava, (Rigor vitae), Catedral de la Noche, Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones y Aparición y otras desapariciones, de la poética Arquitextura, de los manifiestos Poesía y subversión, Y poesía ni contracultura, Poesía útil, Poesía violenta, Defensa de la dignidad poética y Emocionantismo y de los ensayos El mundo del poeta. El poeta en el mundo y Leopoldo María Panero. El peligro de vivir de nuevo. Libro de huellas recoge sus aforismos.
Introductor en España de la poesía de Cecco Angiolieri, Teixeira de Pascoaes y Augusto dos Anjos, tradujo también a Àlex Susanna, Florbela Espanca, Ana Cristina Cesar y José Manuel Capêlo. Asimismo, tradujo a Paul Éluard bajo el seudónimo de Isabel Castet. Rada Panchovska llevó Vida ávida al búlgaro (Sofia, Próxima-RP Ediciones, 2006) y Manuele Masini Claro interior al italiano (Pisa, Edizioni ETS, 2009). Toda la luz del mundo fue traducido a todas las lenguas del Estado español, a las de la Unión Europea, al latín y al turco. El mundo del poeta. El poeta en el mundo ha sido traducido al francés por Geneviève Baudry. En antologías y revistas literarias se encuentran poemas de Ángel Guinda traducidos al árabe por Ahmad Yamani y Abdul Hadi Sadoun, al gascón por Sèrgi Javaloyès, al portugués por Giselle Unti, al rumano por Elisabeta Botan, al húngaro por Márta Patak y al euskera por Tere Irastortza.
Su poesía aparece representada en diversas compilaciones, como Antología de la poesía aragonesa (edición de Ana María Navales, Librería General, Zaragoza, 1978), Poesía aragonesa contemporánea (edición de Antonio Pérez Lasheras, Mira, Zaragoza, 1996), Metalingüísticos y sentimentales. Antología de la poesía española 1966-2000: 50 poetas hacia el nuevo siglo (edición de Marta Sanz Pastor, Clásicos Biblioteca Nueva, Madrid, 2007), 4 gatos. Otras voces fundamentales en y para la poesía española del siglo XXI (edición de Agustín Porras, Huerga & Fierro, Madrid, 2009), Avanti: Poetas españoles de entresiglos XX-XXI (edición de Pablo Luque, Olifante, Zaragoza, 2009) o Poesía Hispanoamericana actual y Poesía Española contemporánea (edición de Leo Zelada, Lord Byron Ediciones, Madrid, 2011), así como en numerosas revistas y publicaciones periódicas. Su obra ha sido estudiada por Manuel Martínez-Forega, Miguel Ángel Longás, Germán Labrador Méndez, Alberto García-Teresa, Enrique Ester o Luis Gracia Gaspar, entre otros.
Obtuvo diversos galardones en reconocimiento a su trayectoria de creación literaria, como el Premio Pedro Saputo (2002), el Premio Imán (2012) o el Premio de las Letras Aragonesas (2010). Con Espectral y Caja de lava fue finalista de los premios de la Crítica (2011) y Nacional de Poesía (2012), respectivamente. En 2023, la Asociación Aragonesa de Editores reconoció su labor como editor con un premio póstumo.
En su memoria se convocan dos premios de poesía: «Glorieta Ángel Guinda», por la Asociación Literaria Rey Fernando de Aragón en el barrio del Actur de Zaragoza, y el «Premio Internacional de Poesía Joven Ángel Guinda», por Olifante.
En 2025 ve la luz Las claves de lo oscuro. Biografía de Ángel Guinda (Olifante), un trabajo del periodista J. Benito Fernández.
La bibliografía completa del autor puede consultarse en las
siguientes páginas web:
www.cervantesvirtual.com/portales/angel_guinda